martes, 25 de diciembre de 2012

Review de la cena de Nochebuena de mi abuela.


Pues un año más vuelvo a casa con el buche lleno no solo de comida, si no también del orgullo y satisfacción que, cada nochebuena, nuestro monarca nos brinda en su discurso.

Este año he decidido que voy a hacer algo un poco distinto y siguiendo los pasos del ilustre Javier Barnés, un hombre que, cosa que ve, cosa de la que se siente obligado a hacer una review, yo mismo voy a hacer una  de lo que ha sido la cena de Nochebuena en casa de mi abuela. Una pequeña crítica constructiva, siempre en aras de mejorar la calidad del producto servido, pues el servicio del mismo y la agradable compañía de mi familia, son algo insuperable.

Lo voy a hacer paso a paso, siguiendo el orden en que los platos han sido traídos a la mesa, y dando una valoración numérica en base a mi criterio y al del resto de los presentes.

Empezaremos con el pica pica:

Pica pica: Al llegar a casa de mi abuela ya había en la mesa el clásico pica pica que a todos gusta para ir haciendo boca. Normalmente se tratan de unas torradas con paté, caviar de este del falso, unos embutidos, un queso... pero todo eso normalmente, porque este año no, este año  han sido unas lonchas de jamón salado de recebo y pan del Mercadona. La crisis afecta a todas las familias y la mía no ha sido una excepción. No obstante, debo decir que los otros años el jamón es lo único que me ha llamado la atención de esta etapa de la cena.

NOTA: 6. Un seis, no aprueba con mucha holgura por la escasez de variedad y  por la calidad del jamón, que no es precisamente la mejor, el sabor era correcto y la combinación con el pan, si bien es sabrosa, podría haber dado más de si con un poco de tomate untado y un poquito de aceite. De todas formas, quiero felicitar a mi abuela por su optimización de recursos, ha sabido extraer qué era lo más valioso del pica pica y ha prescindido del resto, algo para lo que no todas las abuelas tienen la valentía necesaria.

Un año vino el mismísimo Bertín Osborne a casa de mi abuela a cortar un jamón de los que anunciaba.

Primer plato: Sopa de pescado. Un clásico de la nochebuena en mi família. Este plato sufre una constante evolución tanto en sabor como en la presentación. Este año ha tocado la más espesa y turbia de las versiones. Parecía como si mi abuela hubiese ido a alta mar, hubiese cogido un par de cazuelas de océano, con todo lo que ello contiene ( Mejillones, residuos tóxicos, fitoplancton, bob esponja...) y lo hubiese puesto al turmix. Afortunadamente, ha compensado su horrendoroso aspecto con un sabor que rozaba la exquisitez, si bien pecaba de salado.

Yo personalmente no soy muy dado a las sopas, y menos cuando lo que me ponen en el plato parecen los restos del Prestige pero echando un par de pelotas al asunto he conseguido disfrutar de esta navideña especialidad de la que me hubiese gustado repetir. No ha sido posible porque, de nuevo, la crisis ha hecho mella en la cantidad disponible de este delicioso manjar.

NOTA: 8. Le he quitado un punto por el leve exceso de sal y otro por la falta de previsión que solo nos ha permitido disfrutar de un plato pequeño a cada uno. Nadie ha pasado hambre porque este solo ha sido el primero de muchos platos. En mi familia somos como hobbits cuando comemos.



Primer plato bis: No es bien bien un segundo plato, yo diría que es un puente entre el primer y el segundo plato. Han sido unas gambas, o langostinos, o escamarlanes, no se, la biología marina no es lo mío. Diremos que eran langostinos al horno con salsa pil-pil, la pinta estupenda, pero yo no los he querido probar porque yo el marisco... yo no entiendo como la gente es capaz de comerse algo tan horrible. Alguno dirá: "Más horribles han sido algunas de mis compañeras de clase y bien que han encontrado quien les com...." pero agradecería que nunca se llegase a completar esa frase. Personalmente, el único marisco que acepto el Sebastián el de la sirenita y a Tenacitas, y nunca en un plato.

NOTA: 7. Puede que parezca contradictorio con lo que he comentado al respecto, pero he querido basarme en la opinión del resto de comensales más que en la propia.

Te encuentras esto en tu cama y te cagas vivo.

 Segundo plato: Más pescado, esta vez merluza. Si, la famosa novela se hubiese llamado "La Vieja y el Mar", trataría sobre mi abuela haciendo la cena de nochebuena. Este para mí ha sido el plato estrella de la noche, acompañado además del all i oli más peleón que jamás haya probado este humilde paladar. Si su paso en boca ya era duro, no quiero ni pensar cuando tenga que pasar por otros orificios de mi organismo, pero el flamígero efluvio que de ahí puede salir, hará que más de un dragón coja complejo de simple lagartija.

NOTA: 9,5. No le pongo un 10 porque la perfección es solo para Dios, y a saber como acabará el altísimo celebrando el cumpleaños de su hijo. Cada año está más rico este plato.

Ahora ya dejamos la comida seria y pasamos a los postres. la organización de los postres es ya  algo muy caótico. Mi abuela se dedica a llevar a la mesa bandejas sin orden ni concierto hasta que consigue cebarnos a todos y rematarnos con su "Pos no sus quejéis tanto que mañana hay canalones"

Postre 1: Fruta, mondarinas (Así las llama mi abuela), peras y whiskis (Así les llama mi abuela). Destaco la incorporación de este pequeño aporte de fibra en mitad del atracón. Ya que mañana todo lo que hoy a entrado, va a tener que salir, se agradecerá que lo haga con la mayor gentileza posible.

NOTA: 7. Un sietillo, ni fu ni fa, está bien este pequeño paréntesis.

Postre 2: Frutos secos, se comen por inercia. la mayoría uno no sabe ni que son y las ciruelillas esas secas me parecen algo de muy mal gusto, a nadie le gustan y siempre quedan ahí en la bandejilla de un año para el otro, no se ni por que se siguen vendiendo. Y esto por no hablar de los dátiles, que me parecen una forma cruel y retorcida que tiene la naturaleza de decirnos que la diabetes existe y nos puede tocar a todos.

NOTA: 4. La parte aburrida de la cena que uno no sabe que hacer hasta que llega lo más rico.

Postre 3: Dulces varios, el motivo por lo que no hay quien entre en un gimnasio en enero. Para llegar a las máquinas de cardio tienes que cruzar primero por los inmensos océanos de sudor de esta gente que cree que en dos días va a recuperar la forma que lleva descuidando toda la navidad. Está rico todo, los mazapanes no. Los mazapanes entretienen porque uno se pone a moldear figuritas y eso, pero para comer yo, al menos, prefiero plastilina. Los turrones me parecen guays. Este año mi abuela ha traído una buena selección entre turrón del blando, del duro y el de chocolate. Todos de buena marca. Se conoce que lo que se ha ahorrado en el jamón lo ha invertido en turrones.

NOTA: 8. Lo mejor de las navidades. Ojo con el turrón del blando que, si no se acaba, pasará a ser el turrón duro de los años siguientes.

Quería poner una foto del turrón más caro del mundo, pero siempre me equivoco de año

Postre 4: Unos bombones para acabar la velada con buen sabor de boca. En casa de mi abuela siempre hay una caja roja y unos Febrero Rocher (Si, ella los llama así). Suelen combinarse con unos Bailes. No, no es que mi abuela lleve el ritmo en las venas precisamente, su actividad física se reduce a ir de casa al Mercadona y del Mercadona a casa, que lo tiene en la puerta de al lado. Bailes es como la buena mujer llama a los Baileys.

NOTA: 9. No se me ocurre forma mejor de acabar. Te vas a casa contentillo, calentito y con los bolsillos llenos de los envoltorios de los bombones, que ya uno no sabe que hacer con ellos.

PUNTUACIÓN GENERAL: 8,5. Notable alto, para una cena que, pese a dejar ver los efectos de la crisis, ha sabido llevarlo con mucha clase. Recordemos que nuestros mayores han vivido en la posguerra y ellos, como nadie, saben hacer que la carne de gato parezca una hamburguesa.

El Jesucristo Metrosexual les desea, pasen una vuena vela en la celebración de sus 2012 cumpleaños.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Una Historia del Guinarbronx. Parte II

No recuerdo bien la fecha, pero si recuerdo que un día alguien cometió la valentía de traer un Mew a clase ¡UN PUTO MEW! El juego no dejaba capturarlo, alguien tenía que habérselo pasado de tapadillo. Cuando fui a pedirle a su legendario, se negó a entregármelo. Me pedía a cambio 200 pesetas... ¿¡ Me estás tomando el pelo!? Tenemos 8 años ¡¡Eso es una fortuna!! ¿Quien coño te crees que eres pa atreverte a pedir dinero por un Pokémon? Es más ¿quién coño te crees que eres para pedírmelo a mí?* Para aquel entonces ya se sabía que había una forma para clonar los Pokémon y este cabrón quería sacar dinero de ese Mew vendiéndoselo a toda la clase.
 
"Olvidas una cosa hijo de puta, para clonar sigues necesitando el cable, me necesitas a mí y yo ahora no quiero colaborar contigo". Mis hombres no tardaron en iniciar una campaña de difamación en que se le acusaba de seguir haciéndoselo en los pantalones (En esas fechas desconocíamos la palabra gay y no pudimos atacar por ese frente), le hundimos la moral y acabó entregando el Mew. Ni vendiendo millones de Mews podría haber pagado lo que sus padres se gastaron en psicólogos. Rompimos su infancia, si, pero lo más importante es que dimos una lección.

Al menos, tuvimos la decencia de conseguirle al chaval una nueva habitación y una chaquetita para que no pasara frío
 
Puede que para entonces se me hubiese ido todo un poco de las manos. Éramos la mafia de los Pokémon, aquello tenía que durar para siempre, nos las prometíamos felices, íbamos a ser ricos, vivir una vida de lujo y poder... mas no fue así. El cable Link lo vendían en cualquier tienda  y pronto lo tuvieron otros críos de la clase. Intentaron seguir mis pasos, con dificultad, pues el ser primero en algo es una ventaja pero estaba claro que eran una amenaza para mi emporio. Así pues, tenía que tomar medidas, y ya de entrada desestimé la violencia. Con más sangre sobre mis manos solo iba a lograr dar con mi culo en un reformatorio. Les ofrecí un trato que no iban a poder rechazar: repartirnos el mercado. Íbamos a agremiarnos, era mucho más cómodo que competir entre nosotros y, al ser más, era más fácil controlar al resto de la clase.

Así se cerró el trato que nos iba a dar el dominio sobre el resto de chavales, aunque sin trajes y con unas ridículas batas de cuadros.
 
Y así fue, pasé de ser el señor de los Pokemon a ser el capo del Cártel de los Pokemon. Las prácticas seguían siendo las mismas, la diferencia es que siendo más, teníamos que repartirnos el botín. No obstante, también tenía la gracia de compartir historietas de cómo conseguíamos extorsionar a nuestros compis... éramos grandes....no, éramos COLOSOS.

Ya lo dice el refranero, que no hay mal que cien años dure, y nosotros éramos el mal. Solo una persona podía acabar con nuestro chiringuito. Y voto a tal que lo hizo. No fue otra que la mismísima Nintendo. No tuvo nada mejor que hacer que sacar, al cabo de un par de años, las ediciones Oro y Plata donde ¡Podías clonar pokemons sin necesidad de un cable!

¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

¡¡NOOOOOOOOOOOOOO!!

Todo sobre lo que se había construido nuestro cártel ahora estaba al alcance de cualquier hijo de vecino. Nuestro poder se desvaneció. Yo tuve que utilizar la vía honrada para volver a ser el maestro Pokémon de mi clase. Pero aprendí varias lecciones. Lo que fácil viene, fácil se va y tratar a tus Pokémon con amor y respeto siempre es mucho más gratificante que usarlos como un medio para llegar al poder.

Años más tarde, salieron las ediciones Rubí y Zafiro, no creáis que no pensé en volver a ser la persona que fui antes, ese diablo de negro corazón me llamaba otra vez, mas era demasiado tarde, pues aquella gente que en su día hubiesen dado hasta la dignidad por un pokémon, ahora, esa misma dignidad, la entregaban por el roce con las mujeres de su clase...



El mundo se volvió loco, o puede que el loco fuese yo. En cualquier caso, ya no había un lugar para mí.




* Este chico tuvo la primera idea sobre lo que luego sería los DLC's de pago.