Pues un año
más vuelvo a casa con el buche lleno no solo de comida, si no también del
orgullo y satisfacción que, cada nochebuena, nuestro monarca nos brinda en su
discurso.
Este año he
decidido que voy a hacer algo un poco distinto y siguiendo los pasos del
ilustre Javier Barnés, un hombre que, cosa que ve, cosa de la que se siente
obligado a hacer una review, yo mismo voy a hacer una de lo que ha sido
la cena de Nochebuena en casa de mi abuela. Una pequeña crítica constructiva,
siempre en aras de mejorar la calidad del producto servido, pues el servicio del
mismo y la agradable compañía de mi familia, son algo insuperable.
Lo voy a
hacer paso a paso, siguiendo el orden en que los platos han sido traídos a la
mesa, y dando una valoración numérica en base a mi criterio y al del resto de
los presentes.
Empezaremos
con el pica pica:
Pica pica: Al llegar a casa de mi abuela ya
había en la mesa el clásico pica pica que a todos gusta para ir haciendo boca.
Normalmente se tratan de unas torradas con paté, caviar de este del falso, unos
embutidos, un queso... pero todo eso normalmente, porque este año no, este
año han sido unas lonchas de jamón salado de recebo y pan del Mercadona.
La crisis afecta a todas las familias y la mía no ha sido una excepción. No
obstante, debo decir que los otros años el jamón es lo único que me ha llamado
la atención de esta etapa de la cena.
NOTA: 6. Un
seis, no aprueba con mucha holgura por la escasez de variedad y por la
calidad del jamón, que no es precisamente la mejor, el sabor era correcto y la
combinación con el pan, si bien es sabrosa, podría haber dado más de si con un
poco de tomate untado y un poquito de aceite. De todas formas, quiero felicitar
a mi abuela por su optimización de recursos, ha sabido extraer qué era lo más
valioso del pica pica y ha prescindido del resto, algo para lo que no todas las
abuelas tienen la valentía necesaria.
Primer
plato: Sopa de
pescado. Un clásico de la nochebuena en mi família. Este plato sufre una
constante evolución tanto en sabor como en la presentación. Este año ha tocado
la más espesa y turbia de las versiones. Parecía como si mi abuela hubiese ido
a alta mar, hubiese cogido un par de cazuelas de océano, con todo lo que ello
contiene ( Mejillones, residuos tóxicos, fitoplancton, bob esponja...) y lo
hubiese puesto al turmix. Afortunadamente, ha compensado su horrendoroso
aspecto con un sabor que rozaba la exquisitez, si bien pecaba de salado.
Yo
personalmente no soy muy dado a las sopas, y menos cuando lo que me ponen en el
plato parecen los restos del Prestige pero echando un par de pelotas al asunto
he conseguido disfrutar de esta navideña especialidad de la que me hubiese
gustado repetir. No ha sido posible porque, de nuevo, la crisis ha hecho mella
en la cantidad disponible de este delicioso manjar.
NOTA: 8. Le
he quitado un punto por el leve exceso de sal y otro por la falta de previsión
que solo nos ha permitido disfrutar de un plato pequeño a cada uno. Nadie ha
pasado hambre porque este solo ha sido el primero de muchos platos. En mi
familia somos como hobbits cuando comemos.
Primer plato
bis: No es bien
bien un segundo plato, yo diría que es un puente entre el primer y el segundo
plato. Han sido unas gambas, o langostinos, o escamarlanes, no se, la biología
marina no es lo mío. Diremos que eran langostinos al horno con salsa pil-pil,
la pinta estupenda, pero yo no los he querido probar porque yo el marisco... yo
no entiendo como la gente es capaz de comerse algo tan horrible. Alguno dirá:
"Más horribles han sido algunas de mis compañeras de clase y bien que
han encontrado quien les com...." pero agradecería que nunca se
llegase a completar esa frase. Personalmente, el único marisco que acepto el
Sebastián el de la sirenita y a Tenacitas, y nunca en un plato.
NOTA: 7.
Puede que parezca contradictorio con lo que he comentado al respecto, pero he
querido basarme en la opinión del resto de comensales más que en la propia.
Segundo
plato: Más
pescado, esta vez merluza. Si, la famosa novela se hubiese llamado "La
Vieja y el Mar", trataría sobre mi abuela haciendo la cena de nochebuena.
Este para mí ha sido el plato estrella de la noche, acompañado además del all i
oli más peleón que jamás haya probado este humilde paladar. Si su paso en boca
ya era duro, no quiero ni pensar cuando tenga que pasar por otros orificios de
mi organismo, pero el flamígero efluvio que de ahí puede salir, hará que más de
un dragón coja complejo de simple lagartija.
NOTA: 9,5.
No le pongo un 10 porque la perfección es solo para Dios, y a saber como
acabará el altísimo celebrando el cumpleaños de su hijo. Cada año está más rico
este plato.
Ahora ya
dejamos la comida seria y pasamos a los postres. la organización de los postres
es ya algo muy caótico. Mi abuela se dedica a llevar a la mesa bandejas
sin orden ni concierto hasta que consigue cebarnos a todos y rematarnos con su
"Pos no sus quejéis tanto que mañana hay canalones"
Postre 1: Fruta, mondarinas (Así las llama
mi abuela), peras y whiskis (Así les llama mi abuela). Destaco la incorporación
de este pequeño aporte de fibra en mitad del atracón. Ya que mañana todo lo que
hoy a entrado, va a tener que salir, se agradecerá que lo haga con la mayor
gentileza posible.
NOTA: 7. Un
sietillo, ni fu ni fa, está bien este pequeño paréntesis.
Postre 2: Frutos secos, se comen por
inercia. la mayoría uno no sabe ni que son y las ciruelillas esas secas me
parecen algo de muy mal gusto, a nadie le gustan y siempre quedan ahí en la
bandejilla de un año para el otro, no se ni por que se siguen vendiendo. Y esto
por no hablar de los dátiles, que me parecen una forma cruel y retorcida que
tiene la naturaleza de decirnos que la diabetes existe y nos puede tocar a
todos.
NOTA: 4. La
parte aburrida de la cena que uno no sabe que hacer hasta que llega lo más
rico.
Postre 3: Dulces varios, el motivo por lo
que no hay quien entre en un gimnasio en enero. Para llegar a las máquinas de
cardio tienes que cruzar primero por los inmensos océanos de sudor de esta
gente que cree que en dos días va a recuperar la forma que lleva descuidando
toda la navidad. Está rico todo, los mazapanes no. Los mazapanes entretienen
porque uno se pone a moldear figuritas y eso, pero para comer yo, al menos,
prefiero plastilina. Los turrones me parecen guays. Este año mi abuela ha
traído una buena selección entre turrón del blando, del duro y el de chocolate.
Todos de buena marca. Se conoce que lo que se ha ahorrado en el jamón lo ha
invertido en turrones.
NOTA: 8. Lo
mejor de las navidades. Ojo con el turrón del blando que, si no se acaba,
pasará a ser el turrón duro de los años siguientes.
Postre 4: Unos bombones para acabar la
velada con buen sabor de boca. En casa de mi abuela siempre hay una caja roja y
unos Febrero Rocher (Si, ella los llama así). Suelen combinarse con unos
Bailes. No, no es que mi abuela lleve el ritmo en las venas precisamente, su
actividad física se reduce a ir de casa al Mercadona y del Mercadona a casa,
que lo tiene en la puerta de al lado. Bailes es como la buena mujer llama a los
Baileys.
NOTA: 9. No
se me ocurre forma mejor de acabar. Te vas a casa contentillo, calentito y con
los bolsillos llenos de los envoltorios de los bombones, que ya uno no sabe que
hacer con ellos.
PUNTUACIÓN
GENERAL: 8,5.
Notable alto, para una cena que, pese a dejar ver los efectos de la crisis, ha
sabido llevarlo con mucha clase. Recordemos que nuestros mayores han vivido en
la posguerra y ellos, como nadie, saben hacer que la carne de gato parezca una
hamburguesa.
El Jesucristo Metrosexual les desea, pasen una vuena vela en la celebración de sus 2012 cumpleaños. |
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