miércoles, 8 de octubre de 2014

Publicaciones de Actualidad: La maldición de los Condenados

Nos pongamos como nos pongamos, los hombres y las mujeres no somos iguales. Si bien es cierto que cada vez más mujeres juegan a la consola y más hombres mean sentados, hay diferencias que solo el paso de miles de millones de millardos de generaciones erradicarían.

Cuando una mujer crece, sabe que si algún día quiere ser madre (biológica, se entiende) tiene dos opciones: sufrir los insoportables dolores propios de que un bicho viviente se abra paso a través de ella o ver como le rajan en canal para sacar al mentado bicho viviente de sus entrañas (nacer mediante un deshaucio, manda cojones). La solución a esto, no obstante, es tan sencilla como decidir no tener hijos y vivir una vida mucho más tranquila. Un hombre no, un hombre tiene que vivir con una angustia que le perseguirá y le amargará toda su existencia, a no ser que muera muy joven. Un hombre cargará con una maldición, una suerte de contraprestación por la posibilidad de poder miccionar a distancia y dejarse barba y esa maldición, amigos míos, esa maldición es inexorable.


Aunque también es verdad que París bien vale una misa

Uno llega al mundo desprovisto de toda protección ante el entorno, por no tener no tiene uno ni pelo. El pelo llega luego. Te va saliendo una melenita, más larga o más corta en función de lo moderna que sea tu madre pero, en cualquier caso, lo suficiente como para sentirse a gusto. Claro que llegado al punto en que eres uno con tu melena, miras a tu entorno y te preguntas: ¿Por qué hay señores sin pelo? Es más, te lo preguntas a tí, y se lo preguntas a tu madre en el momento en que más en evidencia puedas dejarla : "Mami, eze zeñó pod qué no tiene pelo? Puede que ya sepas hablar con voz de humano normal, pero sabes que la voz de puto crío es mejor para esta ocasión.

"Hijo, calla y no seas mal educado, algún día serás mayor y tu tampoco tendrás pelo"- Te dice tu madre y, en ese preciso instante, es cuando la realidad te golpea en la cara con su duro martillo, cual Thor partiendo nueces. Estás condenado. Algún día, no sabes cuándo, no sabes cómo, todo tu pelo desaparecerá o, al menos, se reagrupará en otras zonas de tu cuerpo.

Declive y caída de del pelo, o de como se convierte uno en faro

Lo peor de estas maldiciones es que no es como las de los cuentos de cuando éramos niños. No se basan en un profecía por la que puedes augurar la llegada de la fatalidad. De nada sirve esperar a la tercera luna llena de la estación más fría del año del dragón. La calvicie no se anticipa, simplemente llega y no hay forma de saber cuando. Yo tengo un tío abuelo que con casi 70 años tiene un pelazo que ni Chayanne. También tengo un compañero del instituto que no había llegado a la universidad cuando le empezaron a restregar billetes de lotería por la cocorota. La alopecia no avisa, simplemente llega y, cuando lo hace, su avance es más imparable que el del Mercadona. Eso no es lo único en lo que interviene el factor sorpresa, pues tampoco puedes saber por donde se te empieza a despejar el cartón. Puede que de repente te aparezca un práctico helipuerto en la parte trasera de la cabeza, como puede que cada día te laves la cara hasta un poco más atrás aunque, sin duda, las más veces, la alopecia hará gala de una impecable maestría militar atacando por dos flancos a la vez. Un día te pareces a Vegeta y al día siguiente, a Constantino Romero.
Estoy seguro de que esto se inventó por dar un uso a las calvas de coronilla. 

El impacto de la calvicie no es solo físico, pues la mayor parte del daño va directamente a la moral del afectado. Tu vida sin pelo no va a ser la misma. Puede llegar a ser una vida mejor, pero eso es un privilegio reservado a unos pocos elegidos que ya nacieron señalados para ser Calvos Premium. La mayoría de nosotros no correremos la suerte de ser un Bruce Willis. Hay quien cuando empieza a quedarse calvo, se afeita el pelo que queda y con ello le demuestra a a calvicie quien lleva los pantalones. La única forma de anticiparse a eso es poniéndose muy cachas para cuando la alopecia ataque y, aun así, nadie te asegura que tu cabeza no sea un monumento a la deformidad y tu pelo fuese lo único que lo ocultaba.

Ni Vin Diesel parece digno con la capota a medio quitar

El calvorota medio es un señor marchito, con la calva llegan las burlas de los niños de la calle, llegan las primeras miradas de tu mujer a hombres más jóvenes. Puedes intentar patéticamente ocultar el cartón con una humillante cortinilla, puedes dejarte los ahorros de la universidad de tus hijos en la Clínica Svenson, mas no puedes recuperar tu pelo natural, no puedes recuperar tu vida anterior a la transformación. Pero si, adelante, déjate crecer el pelo que te queda. Enhorabuena. Ahora parece que lleves un disfraz vitalicio de franciscano o, si te dejas un bigote a juego, que seas un homenaje andante a Hulk Hogan. Tomes la actitud que tomes cuando la calvicie te llegue, recuerda: cuanto antes aceptes la pérdida, con más dignidad podrás seguir adelante. Despídete cada noche de tu pelo, pues no sabes hasta cuando lo tendrás.

Aferrarse a lo perdido solo garantiza más dolor. Acepta la pérdida. Además, puede que sea la primera vez que pueda decirse de ti que tienes una cabeza brillante.