domingo, 23 de diciembre de 2012

Una Historia del Guinarbronx. Parte II

No recuerdo bien la fecha, pero si recuerdo que un día alguien cometió la valentía de traer un Mew a clase ¡UN PUTO MEW! El juego no dejaba capturarlo, alguien tenía que habérselo pasado de tapadillo. Cuando fui a pedirle a su legendario, se negó a entregármelo. Me pedía a cambio 200 pesetas... ¿¡ Me estás tomando el pelo!? Tenemos 8 años ¡¡Eso es una fortuna!! ¿Quien coño te crees que eres pa atreverte a pedir dinero por un Pokémon? Es más ¿quién coño te crees que eres para pedírmelo a mí?* Para aquel entonces ya se sabía que había una forma para clonar los Pokémon y este cabrón quería sacar dinero de ese Mew vendiéndoselo a toda la clase.
 
"Olvidas una cosa hijo de puta, para clonar sigues necesitando el cable, me necesitas a mí y yo ahora no quiero colaborar contigo". Mis hombres no tardaron en iniciar una campaña de difamación en que se le acusaba de seguir haciéndoselo en los pantalones (En esas fechas desconocíamos la palabra gay y no pudimos atacar por ese frente), le hundimos la moral y acabó entregando el Mew. Ni vendiendo millones de Mews podría haber pagado lo que sus padres se gastaron en psicólogos. Rompimos su infancia, si, pero lo más importante es que dimos una lección.

Al menos, tuvimos la decencia de conseguirle al chaval una nueva habitación y una chaquetita para que no pasara frío
 
Puede que para entonces se me hubiese ido todo un poco de las manos. Éramos la mafia de los Pokémon, aquello tenía que durar para siempre, nos las prometíamos felices, íbamos a ser ricos, vivir una vida de lujo y poder... mas no fue así. El cable Link lo vendían en cualquier tienda  y pronto lo tuvieron otros críos de la clase. Intentaron seguir mis pasos, con dificultad, pues el ser primero en algo es una ventaja pero estaba claro que eran una amenaza para mi emporio. Así pues, tenía que tomar medidas, y ya de entrada desestimé la violencia. Con más sangre sobre mis manos solo iba a lograr dar con mi culo en un reformatorio. Les ofrecí un trato que no iban a poder rechazar: repartirnos el mercado. Íbamos a agremiarnos, era mucho más cómodo que competir entre nosotros y, al ser más, era más fácil controlar al resto de la clase.

Así se cerró el trato que nos iba a dar el dominio sobre el resto de chavales, aunque sin trajes y con unas ridículas batas de cuadros.
 
Y así fue, pasé de ser el señor de los Pokemon a ser el capo del Cártel de los Pokemon. Las prácticas seguían siendo las mismas, la diferencia es que siendo más, teníamos que repartirnos el botín. No obstante, también tenía la gracia de compartir historietas de cómo conseguíamos extorsionar a nuestros compis... éramos grandes....no, éramos COLOSOS.

Ya lo dice el refranero, que no hay mal que cien años dure, y nosotros éramos el mal. Solo una persona podía acabar con nuestro chiringuito. Y voto a tal que lo hizo. No fue otra que la mismísima Nintendo. No tuvo nada mejor que hacer que sacar, al cabo de un par de años, las ediciones Oro y Plata donde ¡Podías clonar pokemons sin necesidad de un cable!

¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

¡¡NOOOOOOOOOOOOOO!!

Todo sobre lo que se había construido nuestro cártel ahora estaba al alcance de cualquier hijo de vecino. Nuestro poder se desvaneció. Yo tuve que utilizar la vía honrada para volver a ser el maestro Pokémon de mi clase. Pero aprendí varias lecciones. Lo que fácil viene, fácil se va y tratar a tus Pokémon con amor y respeto siempre es mucho más gratificante que usarlos como un medio para llegar al poder.

Años más tarde, salieron las ediciones Rubí y Zafiro, no creáis que no pensé en volver a ser la persona que fui antes, ese diablo de negro corazón me llamaba otra vez, mas era demasiado tarde, pues aquella gente que en su día hubiesen dado hasta la dignidad por un pokémon, ahora, esa misma dignidad, la entregaban por el roce con las mujeres de su clase...



El mundo se volvió loco, o puede que el loco fuese yo. En cualquier caso, ya no había un lugar para mí.




* Este chico tuvo la primera idea sobre lo que luego sería los DLC's de pago.

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