martes, 9 de octubre de 2012

Ciclo de minipublicaciones de actualidad: 2.- Una Historia del Guinarbronx. Parte I

Para quien no lo sepa, el Guinardó es un barrio del noroeste de Barcelona, un barrio mayormente habitado por abueletes y gente de bien. No es porque sea mi barrio, pero debo decir que es un sitio de lo más tranquilo en el que nunca pasa nada. Eso en general es algo bueno, pero no cuando los de otros barrios vienen a meterse con la gente del nuestro puesto que nosotros no tenemos nada con lo que amenazar. Hay gente de otros lugares que cuando se le ponen farruco dice "Ehh, conmigo no te metas que soy de La Mina" y ahí es donde tu te cagas, porque nunca has pisado ese barrio personalmente pero te han contado todo tipo de historias sobre él. Decir "Ehh, que soy del Guinardó" poco menos que te aseguraba una paliza y por eso, la gente que vivía en mi barrio unos años antes que yo, quiso acabar con esa realidad y dotar al barrio de la presencia que necesitaba. Para ello, esa gente empezo a colgar zapatillas de los cables de la electricidad y a inventar leyendas urbanas sobre gente muy chunga que habitaba ese barrio. Puede que la leyenda más famosa fuese la de "El Moha" un tipo al que todos temían pero que nadie conocía personalmente. Y fué entonces cuando el barrio empezó a ser conocido como "El Guinarbronx". Ahí es donde tiene lugar esta historia...

Esto es lo que entonces era el summum de la tecnología para el ocio


Corría el año 1997, yo por aquel entonces tenía 7 años. La tecnología no era lo que es ahora, en casa no teníamos ni ordenador y las películas se alquilaban el videoclub. Recuerdo a mi padre decir muchas veces eso de "Yo si no viene rebobinado, no rebobino ¡Coño ya!". Ese año, cuando llegó Navidad, me regalaron una flamante Game Boy Pocket. Diría que con esa máquina lo flipé en colores, pero no, la Game Boy Color no me la regalarían hasta dos años después. De juegos me regalaron lo típico, uno de esos cartuchos que vendían en las tiendas de indios que ponía "100 juegos en 1" pero cuando habías pasado los primeros 7 juegos, todos eran repeticiones de los primeros con otros nombres. Como cualquier otro año, el día despues de reyes nos dejaban ir al colegio con los regalos de navidad, y ahí vimos que muchos llevabamos nuestras Game Boys con el cartucho ese, de un color gris aburrido, todos eran del mismo gris. Todos, menos uno. Ese uno era de un azul que resaltaba sobre todos los demás, un azul que lo situaba varios peldaños por encima de la jerarquia de los cartuchos.

Ese chaval, como una especie de profeta entre mortales, jugaba a un juego que marcó un diferencia. Mientras todos dábamos saltitos con el Mario cutre, el tenía un  juego de verdad. Un día, tuve la suerte de que me lo dejase probar y todo un univeso nuevo se abrió antes mis ojos. No hay que ser muy avispado para darse cuenta a estas alturas de que hablo del Pokémon Azul. Poco a poco, todos los chavales fuimos probando el jueguecito de marras y tal fue el caos que se originó que no sería hasta tres meses después cuando yo tuviese mi propia copia del juego. En cuanto la gente supo de él, el stock comenzó a escasear hasta que un día mi padre consiguió traerme a casa uno de contrabando, puede que desde Andorra, no es que sea algomuy glamouroso, pero joder, al menos no venía metido en el culo de un moro.

Mi reacción al ver el juego puede que fuese algo así.

Los Pokémon rápidamente pasaron a ser parte importante de nuestras vidas. Cada uno tenía el suyo y quién no tenía no existía para el resto de la clase, pues todo giraba entorno a ellos. Yo empecé con un Squirtle que a los tres días ya era un Blastoise todo pepino y así hasta pasarme la liga Pokémon. Cuando todos nos habíamos pasado la liga Pokémon el juego ya nos empezó a saber a poco, había que explotarlo más; hacer combates entre nosotros, conseguir los 150, cambiar Pokémons... No teníamos forma humana de hacerlo, entonces no existia el wi-fi ni el bluetooth. Pero un día, un glorioso día, mi padre de nuevo salvó la situación trayéndome a casa un cable Link. Con eso empezó mi emporio...

Esta mierda te garantizaba el poder para gobernarlos a todos


Por supuesto, como niño bien educado que era, empecé a llevar el cable al colegio. Gracias a mi pudimos empezar a cambiar Pokémon y echar combates entre nosotros, con eso, la competitividad empezó a aflorar y, en una situación así es bueno ser quien ostenta el poder. Ningún Pokémon se cambiaba sin mi consentimiento, ningún combate se realizaba sin yo saberlo. Tenía el monopolio, el dominio absoluto sobre los Pokémon de mi clase y como todo hombre poderoso, mi única meta era aumentar ese poder. Quería tener los mejores Pokémon de cada uno, al fin y al cabo si querían cambiar un Pokémon nuevo tendrían que acudir a mi, sabía que había en el PC de Bill de cada uno de ellos. Recuerdo con especial ilusión la vez que vi a un chaval con un Wartortle a nivel 32 con tan solo haber derrotado a un líder de gimnasio. Esa criatura tenía el mayor potencial que jamás había visto y no era yo quien lo tenía.

Obviamente, no podía hacerlo todo yo solo. Tabajaba en equipo con mis hombres de confianza, quienes me ayudaban a perpetrar mis fechorías y yo, a cambio, no les robaba sus Pokémon y compartía con ellos parte de mi botín. Ellos fueron quien cogieron el cartucho del chaval del super Wartortle en un momento de distracción. Cuando fue a seguir con su partida, el orgulloso líder de su equipo había sido misteriosamente reemplazado por un Caterpie a nivel 3. Y no os podéis imaginar la de Articunos que tenía. Joder, estaba en la puta cima del universo sin ser nada más que un puto niño gordo con un cable. Debía defender ese poder a cualquier precio. Si alguien se negaba a entregarme sus Pokémon iba a lamentarlo, pues no dudaría en inflarle a latigazos con el propio cable Link hasta que cambiase de idea. El primer Mewtwo que tuve, aceptaron cambiármelo por un Nidorán macho cuando a su dueño original le quedaban segundos para morir asfixiado por el cable Link.


Así era como me gustaba verme por aquel entonces



Esto se está alargando demasiado y no quiero aburrir con mis historietas. Mañana sigo con esta historia de ambición y poder... ARRIVEDERCI.


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